[Por Marcela
Lagarde ]
La Carta de las
Mujeres a la Humanidad surgió del movimiento mundial de las mujeres, un
movimiento que se piensa y se siente desde distintas culturas, creencias,
edades, profesiones, etc. Este movimiento tiene diferentes formas de
organización y de expresión (una parte es feminista y su origen está en el
inicio del movimiento feminista) y todas ellas son transformadoras. Propone:


En el último
tiempo, este movimiento ha colocado en el centro conseguir la paz para las
mujeres. Anteriormente, se había planteado conseguir derechos políticos,
laborales, etc. para ellas. Esto nos ha permitido ver la violencia como un
problema para las mujeres que afecta a otros ámbitos que pensábamos que estaban
desconectados.
Juntas, vamos
construyendo un modelo porque de la experiencia de una mujer nos beneficiamos
todas. Aunque ni lo sepamos, cambios que hacemos en nuestras vidas los hemos
tomado de otras. Después, llegará alguien que a todo esto le ponga indicadores,
el nombre de plan, de programa… y estas experiencias tendrán la sistematización
que requieren. Todas somos diversas, incluso entre cada una misma según el
momento de la vida en el que se encuentre.
El encuentro entre
mujeres diversas se está produciendo en todo el mundo (Internet). En algunos
lugares apartados del mundo hay mujeres con un ordenador conectado a Internet
que están haciendo un master en género. Hoy ha cambiado el mundo, en parte por
el uso que hacemos nosotras de las comunicaciones y de la apropiación de lo que
hacen las mujeres de todas partes del mundo, de sus prácticas exitosas.
La Carta de las
Mujeres a la Humanidad fue suscrita en el año 2000 por la marcha mundial de las
mujeres, en el seno de la política que no beneficia a la mayoría, sino a un
grupo de hombres. En 2004, en Ruanda, se hace un gran aporte: una presentación
a la humanidad del movimiento de mujeres en el mundo.
La Carta dice que
las mujeres hemos contribuido a la democracia y a cambiar el mundo y hace un
llamamiento a mujeres, hombres, pueblos oprimidos, etc. para que planteen un
pacto dirigido a transformar el mundo y a modificar radicalmente los nexos que
nos unen. Es un poder alternativo, que conllevará la erradicación de lo que no
queremos. Es una praxis constructiva, una posición muy distinta a la
confrontación. Se sostiene sobre cinco pilares principales:
-igualdad -paz
-libertad -solidaridad -justicia
Hace un llamamiento
a todas las fuerzas sociales para que estos valores sean puestos en práctica.
Se requieren, desde luego, cambios estructurales; los cambios ideológicos y
valorativos no son suficientes. De lo contrario, cada cual le daría un
contenido a la justicia. (Hoy escuchamos discursos de igualdad a organizaciones
que reproducen la desigualdad).
Sabemos que no
estamos dispuestas a tolerar más. En los últimos tiempos nos hemos dedicado a
buscar qué sinergias tienen que producirse entre organizaciones locales,
internacionales, etc. para lograr el piso para las mujeres y la búsqueda ha
adquirido una dimensión internacional. Nos referimos al piso del derecho
internacional, que se convierte en nacional a través de los pactos
internacionales. Tenemos que articularnos entre lo internacional, lo nacional y
lo local para poder tener una potencia más alta y para que este movimiento sea
sustentable. Si no, puede resultar una cosa veraniega, o sea, pasajera.
Desde el feminismo
se ha creado la concepción de igualdad entre mujeres y hombres. El feminismo es
radical porque:






Los hombres tienen
que cambiar y eso tiene que estar normado. Las leyes que estamos aprobando
implican a los hombres directamente. Los hombres se quedan en atender al
violento, pero no se plantean más allá; hay 110.000 abortos en España (500.000
en México) al año y no se plantean qué tiene que ver esto con ellos.
Hay que ir
revisando el pasado, pero siempre con un pie en el futuro. Hay que revisar
nuestro el compromiso con la causa de las mujeres y tenemos que asumir cada vez
más articuladamente esta problemática.
La carta plantea la
solidaridad, palabra que aprendimos del movimiento obrero. Después nos dimos
cuenta de que el concepto fue un aporte del movimiento feminista al movimiento
obrero, que se planteaba la fraternidad.
Celia Amorós, en el
escrito ‘Violencia patriarcal’, explica que el primer pacto de complicidad
entre los hombres es un pacto de exclusión de las mujeres y, por lo tanto, de
violencia contra ellas, porque el hecho de partir de esa exclusión (plasmada,
entre otros ámbitos, en el derecho). Es un pacto implícito y culturalmente
instalado.
La declaración
‘Derechos del hombre y del ciudadano’ fue acompañada de un feminicidio porque
excluyeron económica, política y socialmente a las mujeres. Además, las
prohibieron y después las llevaron a la guillotina por vindicar los derechos de
las mujeres y de las ciudadanas (Olimpia de Gouges). Esta exclusión es una
violencia y asegura el control de las mujeres. Las otras formas de violencia tampoco
dañan sólo a una mujer, sino a todas, porque la violencia es simbólica.
La sororidad
La fraternidad es
un concepto que abarcaría a mujeres y a hombres porque tiene reconocimiento
humano. Abarcaría también la cultura de la sororidad. Este no es un concepto
religioso, pero sí tiene un latinajo ‘sor’ (hermana). Significa que ninguna
está jerarquizada. Tiene como sentido la alianza profunda y compleja entre las
mujeres.
Sororidad/ soridad/
sisterhood: pacto político de género entre mujeres que se reconocen como
interlocutoras. No hay jerarquía, sino un reconocimiento de la autoridad de
cada una. Está basado en el principio de la equivalencia humana, igual valor
entre todas las personas porque si tu valor es disminuido por efecto de género,
también es disminuido el género en sí. Al jerarquizar u obstaculizar a alguien,
perdemos todas y todos. En ocasiones, la lógica patriarcal nos impide ver esto.
La sororidad tiene
un principio de reciprocidad que potencia la diversidad. Implica compartir
recursos, tareas, acciones, éxitos… Reconocer la igual valía está basado en
reconocer la condición humana de todas, desde una conceptualización teórica de
lo que significa.
Otro aporte de la
sororidad es dar a conocer las aportaciones de las mujeres para construir la
valoración no sólo de la condición humana sino de sus hechos. La cosa no es
‘cómo nos queremos’; la clave está en que nos respetemos, algo difícil porque
no estamos educadas en el respeto a las mujeres. Se trata de enfrentar la
misoginia, grave problema que causa grave daño a la democracia.
La sororidad exige
de nosotras revisar la propia misoginia; cada una tiene que ir descubriendo
dónde, cómo se nos aparece, cómo nos legitima para dañar a las otras. Eso
también es violencia.
La sororidad es una
política que trata de desmontar la misoginia, acción básica para el
empoderamiento de las mujeres y la construcción de la igualdad. Si ella, nos
pondremos trabas entre nosotras mismas. ¿Cómo lograr la sinergia entre mujeres
diferentes que reconocen que la diversidad es un valor positivo, que se unen
para universalizar los derechos y para contribuir a la valoración de los
derechos de las mujeres en el mundo?
La sororidad es
posible como un proceso, siempre y cuando cada una sea posible de alcanzar la
mismidad, basada en la autonomía de las mujeres. ‘Auto’ (otro latinajo) quiere
decir ‘yo’, poder tener la independencia, también sexual.
La mismidad
consiste en ir asumiendo esta construcción de las mujeres como sujeto, como
nosotras mismas y en el mundo. Está relacionada con el empoderamiento
individual y con el colectivo.
Todo esto es la
Carta de las Mujeres a la Humanidad.
En el turno de
preguntas...

Lo que no aceptan
los hombres no es su exclusión, sino nuestra agregación. Sólo la aceptan si es
para rezar, intercambiar recetas o hacer otras actividades más modernas como
andar en bici, pero no si es para identificarnos y para lograr una complicidad
entre nosotras. La agregación entre mujeres que no sean de vínculo sanguíneo es
algo novedoso desde el punto de vista antropológico. Los hombres deben de estar
asustados, teniendo en cuenta que cuando ellos se han reunido ha sido para
nuestra exclusión; piensan que nosotras vamos a hacer lo mismo. A las mujeres
se les ha mantenido aisladas, no sólo excluidas. Tenemos que pensar pasar de
los grupos de apoyo de amigas a los de conciencia feminista.

Toda violencia es
política y la violencia contra las mujeres es la forma más normalizada en la
sociedad. El feminicidio es el homicidio político de género y contribuyen a él
las comunidades y las instituciones que no hacen lo necesario por construir una
cultura de igualdad, por reformar la educación y por respetar las leyes nuevas
de igualdad.
2009-06
http://bit.ly/xXcmOj
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