En la carta, Fidel escribió “un líder
latinoamericano y mundial, al que deseo rendir hoy especial tributo por lo que
hizo a favor de nuestro pueblo y a otros del Caribe y del mundo es
HugoChávez".
El Líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, publicó este domingo
una carta en la que recuerda el 59 aniversario del nacimiento de Hugo Chávez y
del que dijo “un líder que no luchó para vivir; vivió para luchar”.
En la carta, Fidel escribió “un líder latinoamericano y mundial, al que deseo
rendir hoy especial tributo por lo que hizo a favor de nuestro pueblo y a otros
del Caribe y del mundo es Hugo Chávez Frías; él estaría aquí hoy entre nosotros
si no hubiese caído en su valiente combate por la vida; él como nosotros no
luchó para vivir; vivió para luchar”.
El líder de la Revolución Cubana también hace mención a la polémica que suscitó
la semana pasada cuando un barco norcoreano fue detenido en Panamá con
cargamento bélico presuntamente cubano, algo que Fidel catalogó como “una
calumnia porque nunca trataríamos de fabricar un arma nuclear”.
“En días recientes se intentó calumniar a nuestra Revolución, tratando de
presentar al Jefe de Estado y Gobierno de Cuba, engañando a la Organización de
Naciones Unidas y a otros jefes de Estado, imputándole una doble conducta”,
escribió el líder.
Fidel aseguró que “no vacilo en asegurar que aunque durante años nos negamos a
suscribir acuerdos sobre la prohibición de tales armas porque no estábamos de
acuerdo en otorgar esas prerrogativas a ningún Estado, nunca trataríamos de
fabricar un arma nuclear”, agregó en la misiva.
Queridos amigos:
El viernes 26 de julio se arriba al 60 aniversario del asalto al regimiento del
Moncada en Santiago de Cuba y al cuartel Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo.
Conozco que numerosas delegaciones piensan viajar a Cuba para compartir con
nosotros esa fecha en la que nuestro pequeño y explotado país decidió proseguir
la lucha inconclusa por la independencia de la Patria.
Ya entonces también nuestro Movimiento estaba fuertemente influido por las
nuevas ideas que se debatían en el mundo.
Nada se repite exactamente igual en la historia. Simón Bolívar, libertador de
América, proclamó un día el deseo de crear en América la mayor y más justa de
las naciones, con capital en el istmo de Panamá. Incansable creador y visionario,
se adelantó más tarde al sentenciar que Estados Unidos parecían destinados a
plagar la América de miserias a nombre de la libertad.
Cuba sufrió, como América del Sur, Centro América y México con el territorio
que le fuere arrebatado a sangre y fuego por el insaciable y voraz vecino del
norte, que se apoderó de su oro, su petróleo, sus bosques fabulosos de sequoia,
sus mejores tierras y sus más ricas y abundantes aguas pesqueras.
No estaré sin embargo con ustedes en Santiago de Cuba, pues debo respetar la
obvia resistencia de los guardianes de la salud. Puedo en cambio escribir y
trasmitir ideas y recuerdos, que siempre serán útiles, al menos para el que
escribe.
Hace breves días, cuando observaba desde mi asiento en la parte media de un
vehículo de doble tracción lo que fuera un viejo centro genético para la
producción lechera, pude leer una brevísima síntesis de solo un párrafo del
discurso pronunciado el Primero de Mayo del año 2000, hacía ya más de 13 años.
El tiempo borrará aquellas palabras en letra negra sobre una pared blanqueada
con cal.
"Revolución [...] es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no
mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no
existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas.
Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de
justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo,
nuestro socialismo y nuestro internacionalismo."
Ahora se cumplen 60 años de aquel hecho ocurrido en 1953, sin duda valeroso y
demostrativo de la capacidad de nuestro pueblo para crear y enfrentar a partir
de cero cualquier tarea. La experiencia posterior nos enseñó que habría sido
más seguro comenzar la lucha por las montañas, algo que planeábamos hacer si
tomada la fortaleza del Moncada, no podíamos resistir la contraofensiva militar
de la tiranía con las armas que ocupáramos en Santiago de Cuba, más que
suficientes para vencer en aquella contienda y mucho más rápidamente que el tiempo
invertido después.
Los 160 hombres escogidos para la operación fueron seleccionados entre 1 200
con los que contábamos, entrenados entre los jóvenes de las antiguas provincias
de La Habana y el este de Pinar del Río, afiliados a un partido radical de la
nación cubana donde todavía el espíritu pequeño burgués inculcado por los
dueños extranjeros y sus medios de divulgación, en mayor o menor medida,
influían en todos los rincones del país.
Yo había tenido el privilegio de estudiar, y ya en la universidad adquirí una
consciencia política a partir de cero. No está de más repetir lo que he contado
otras veces, la primera célula marxista del Movimiento la creé yo con Abel
Santamaría y Jesús Montané, utilizando una biografía de Carlos Marx, escrita
por Franz Mehring.
El Partido Comunista, integrado por personas serias y consagradas de Cuba,
soportaba los avatares del Movimiento Comunista Internacional. La Revolución
reiniciada el 26 de julio recogió las experiencias de nuestra historia, el
espíritu abnegado y combativo de la clase obrera, la inteligencia y espíritu
creativo de nuestros escritores y artistas, así como la capacidad que yacía en
la mente de nuestro personal científico, que ha crecido como la espuma. Nada se
parece hoy a lo de ayer. Nosotros mismos, a los que el azar nos designó el
papel de dirigentes, nos podríamos abochornar de la ignorancia que todavía
muestran nuestros conocimientos. El día que no aprendamos algo nuevo será un
día perdido.
El ser humano es producto de las leyes rigurosas que rigen la vida. ¿Desde
cuándo? Desde tiempos infinitos ¿Hasta cuándo? Hasta tiempos infinitos. Las
respuestas también lo son.
Por ello, aunque no las comparta, respeto el derecho de los seres humanos a
buscar respuestas divinas, preguntas que pueden hacerse, siempre y cuando las
mismas no tiendan a justificar el odio y no la solidaridad en el seno de
nuestra propia especie, error en el que han caído muchas en uno u otro momento
de su historia.
Aquel atrevido intento no fue sin duda un acto improvisado; admito sin embargo
que a partir de la experiencia acumulada habría sido mucho más realista y más
seguro iniciar aquella lucha por las montañas de la Sierra Maestra. Con los 18
fusiles que logramos reunir después del durísimo revés que sufrimos en Alegría
de Pío, en parte por inexperiencia y el incumplimiento de las instrucciones
recibidas por el Movimiento en Cuba, y también por la excesiva confianza
nuestra en el poder de fuego de los expedicionarios armados con más de 50
fusiles con mirilla telescópica, y su entrenamiento en tiro. Atentos sin
embargo a los vuelos rasantes de los aviones de combate del enemigo,
descuidamos la vigilancia en tierra y nos atacaron en un pequeño cayo de monte
a pocos metros de nosotros. Nunca más nos pudo sorprender de esa forma el enemigo.
En los combates librados después siempre fue al revés, y en las acciones
finales, con menos de 300 combatientes, en 70 días de incesante lucha
derrotamos la ofensiva de más de 10 mil hombres de sus fuerzas élites. En los
combates librados durante dos años siempre los bombarderos y cazas del enemigo
en solo 20 minutos solían estar encima de nosotros. No consta sin embargo que
haya muerto un solo combatiente por esa causa en aquella dura lucha. Todo
cambió en las décadas siguientes con la nueva tecnología desarrollada por
Estados Unidos y sumadas a las fuerzas reaccionarias en América Latina y el
mundo, aliadas a ellos. Siempre los pueblos encontrarán las formas adecuadas de
lucha.
Ustedes estarán allí, en el escenario del primer combate.
Cuando, después de los hechos que se consumaron el 26 de julio, un último carro
se acerca y me recoge, monté en la parte trasera del vehículo repleto del
personal, otro combatiente se acerca por la derecha; me bajo y le doy mi
asiento; el carro parte y me quedo solo. Hasta el momento que me recogieron por
primera vez en medio de la calle, con la escopeta semiautomática Browning y
cartuchos calibre 12 de balines, trataba de impedir que dos hombres usaran una
ametralladora calibre 50 desde el techo de uno de los pisos del edificio
central de mando del amplio campo militar; era lo único que podía verse del
tiroteo generalizado que se escuchaba.
Los pocos compañeros que con Ramiro Valdés habían penetrado en la primera
barraca despertaron a los soldados que allí dormían y, según me explicaron
posteriormente, estaban en paños menores.
No pude hablar con Abel ni otros de su grupo que desde un alto edificio al
fondo del hospital civil, dominaban la parte trasera de los dormitorios. Yo
consideraba que era absolutamente obvio para él lo que estaba ocurriendo. Tal
vez pensó que yo había muerto.
Raúl, que estaba con el grupo de Lester Rodríguez, veía con claridad lo que
estaba ocurriendo y pensaba que estábamos muertos. Cuando el jefe de esa
escuadra decide bajar, toman el elevador, y al llegar abajo, le arrebata el
fusil a un sargento que no hace resistencia, ni tampoco los soldados que iban
con él. Toma el mando del grupo y organiza la salida del edificio.
Mi preocupación fundamental era en ese momento el grupo de compañeros que
supuestamente había ocupado el cuartel de Bayamo y no tenía noticia alguna de
nosotros. Por mi parte, contaba todavía con suficientes cartuchos y pensaba
vender bien cara mi vida luchando contra los soldados de la tiranía.
De repente aparece otro carro: venía a buscarme; y de nuevo albergo la
esperanza de ayudar a los compañeros de Bayamo con una acción en el cuartel del
Caney.
Varios carros esperaban al final de la avenida donde yo pensaba tomar la
dirección correcta hacia ese punto. Pero el propio compañero que conducía el
vehículo que entró para buscarme no la tomó, siguió hacia la casa de donde
partimos por la madrugada, allí se cambió de ropa. Yo cambié de arma y tomé un
rifle semiautomático calibre 22 con punta de acero, con un poco de más alcance
que la calibre 12 de balines, me puse alguna ropa y a varios pasos de allí
cruzamos una cerca de púas con aproximadamente 15 hombres armados, uno de ellos
herido. Otros dejaron sus armas y tomaron los vehículos tratando de buscar una
salida. Conmigo iba Jesús Montané y algunos otros jefes. Caminamos horas
aquella calurosa tarde por la falda norte de la Gran Piedra, una elevada
montaña que trataríamos de cruzar para dirigirnos hacia el Realengo 18, un
camino empinado del que Pablo de la Torriente, excelente escritor
revolucionario, escribió que un hombre con un fusil podía resistir a un
ejército. Pero, Pablo murió en España combatiendo en la Guerra Civil Española,
donde alrededor de mil cubanos apoyaron a ese pueblo contra el fascismo. Lo
había leído, pero nunca pude hablar con él, ya había viajado a España cuando yo
estudiaba bachillerato.
Nosotros no pudimos ya proseguir hasta aquel realengo y permanecíamos al sur de
la cordillera. La zona montañosa preferida por mí para la lucha guerrillera se
situaba entre el santuario del Cobre y el central Pilón; planeé por ello cruzar
hasta el otro lado de la bahía de Santiago de Cuba por un punto que conocía
desde que estudié en el Colegio de Dolores, en la ciudad donde ustedes se
reunirán. Gran parte de nuestro pequeñísimo grupo estaba agotado por el hambre
y las fatigas. Un herido había sido evacuado y Jesús Montané que apenas podía
mantenerse en pie. Otros dos, con menos responsabilidad pero más saludables,
marcharían conmigo hacia el occidente de aquellas montañas. Pero los hechos más
dramáticos y menos esperanzadores estaban todavía por llegar. En la tarde le
dimos instrucciones al resto de los compañeros de esconder sus débiles armas en
algún lugar del bosque y dirigirse aquella noche a la casa confortable de un campesino
que vivía a orillas de la carretera que iba de Santiago a la playa, que
disponía de ganado y tenía comunicación telefónica con la ciudad. Sin duda
fueron interceptadas por el ejército. El enemigo de todas formas conocía el
área cercana por donde nos movíamos. Antes del amanecer, una escuadra de la
jefatura militar fuertemente armada, nos despertó con la punta de sus fusiles.
Las venas del cuello, y el rostro de aquellos soldados bien alimentados, se
veían latir deformadas por la excitación. Nos dábamos por muertos y en el acto
estalla la discusión. Sin embargo no me habían identificado. Al atarme
profundamente y preguntarme el nombre, irónicamente les doy uno que usábamos en
bromas de la peor especie. No podía comprender que no se dieran cuenta de la
verdad. Uno de ellos, con rostro descompuesto, vociferaba que ellos eran los
defensores de la patria. Con voz fuerte le respondo que ellos eran los
opresores, como los soldados españoles en la lucha de nuestro pueblo por la
independencia.
El jefe de la patrulla era un hombre negro que a duras penas podía mantener el
mando. ¡No disparen!, les gritaba constantemente a los soldados.
En voz más baja repetía: "Las ideas no se matan, las ideas no se
matan". En una de aquellas ocasiones se acerca a mi y con voz baja dice y
repite: "Ustedes son muy valientes, muchachos". Al escuchar aquellas
palabras le digo: "Teniente, yo soy Fidel Castro"; y el responde:
"No se lo digas a nadie". De nuevo el azar se impone con todas sus
fuerzas.
El teniente no era oficial del regimiento, tenía otra responsabilidad legal en
la región de Oriente.
Más adelante se imponen de nuevo los hechos más importantes todavía.
A los compañeros que debían desmovilizarse les doy instrucciones de guardar las
armas, y después los custodiaríamos hasta el punto donde debían hacer contacto
con las personas del Obispo.
La opinión pública de Santiago de Cuba había reaccionado con energía frente a
los horribles crímenes cometidos por el ejército batistiano contra los
revolucionarios.
Monseñor Pérez Serantes, Obispo de Santiago de Cuba, había obtenido algunas
garantías favorables a sus gestiones por el respeto a la vida de los
revolucionarios prisioneros. A Sarría, sin embargo, le quedaba una batalla por
librar contra el mando del regimiento que esta vez delegó la tarea al más
connotado esbirro de la carnicería impuesta por el jefe militar de Santiago de
Cuba, que le ordenó trasladar los detenidos al Moncada.
Por primera vez en nuestra Patria los jóvenes habían entablado una lucha
semejante frente a lo que fuera hasta el Primero de Enero de 1959: una colonia
yanki.
Al llegar a la casa del vecino junto a la estrecha carretera que une la ciudad
con la playa Siboney, un pequeño camión esperaba. Sarría me sentó entre el
chofer y él. Cientos de metros más adelante se topan con el vehículo del
comandante Chaumont que demanda la entrega del prisionero. Como en una película
de ciencia ficción el teniente discute y afirma que no entregará al prisionero,
en vez de eso lo presentará al Vivac de Santiago de Cuba y no a la sede del
regimiento. Es así como el hecho rememora una inusual experiencia.
Es imposible en tan breve tiempo expresarle a nuestros ilustres visitantes las
ideas que suscitan en mi mente los increíbles tiempos que estamos viviendo.
No puedo pensar que dentro de 10 años, en el 70 aniversario, escribiría un
libro. Desgraciadamente nadie puede asegurar que habrá un 70, un 80, un 90, o
un centésimo aniversario del Moncada. En la Conferencia Internacional sobre el
Medio Ambiente, de Río de Janeiro, dije que una especie estaba en peligro de
extinción: el hombre. Pero entonces creía que sería cuestión de siglos. Ahora
no soy tan optimista. De todas formas nada me preocupa; seguirá existiendo la
vida en la inabarcable dimensión del espacio y el tiempo.
Mientras tanto digo solo algo, ya que cada día amanece para todos los
habitantes de Cuba y del mundo:
Los líderes de cualquiera de las más de 200 naciones grandes y pequeñas,
revolucionarias o no, necesitan seguir viviendo. Tan difícil es la tarea de
crear la justicia y el bienestar, que los líderes de cada país necesitan
autoridad, o de lo contrario reinará el caos.
En días recientes se intentó calumniar a nuestra Revolución, tratando de
presentar al Jefe de Estado y Gobierno de Cuba, engañando a la Organización de
Naciones Unidas y a otros jefes de Estado, imputándole una doble conducta.
No vacilo en asegurar que aunque durante años nos negamos a suscribir acuerdos
sobre la prohibición de tales armas porque no estábamos de acuerdo en otorgar
esas prerrogativas a ningún Estado, nunca trataríamos de fabricar un arma
nuclear.
Estamos contra todas las armas nucleares. Ninguna nación, grande o pequeña,
debe poseer ese instrumento de exterminio, capaz de poner fin a la existencia
humana en el planeta. Cualquiera de los que tales armas poseen, dispone ya de
suficientes para crear la catástrofe. Jamás el temor a morir, ha impedido las
guerras en ninguna parte del planeta. Hoy no solo las armas nucleares sino
también el Cambio Climático es el peligro más inminente que en menos de un
siglo puede hacer imposible la supervivencia de la especie humana.
Un líder latinoamericano y mundial, al que deseo rendir hoy especial tributo
por lo que hizo a favor de nuestro pueblo y a otros del Caribe y del mundo es
Hugo Chávez Frías; él estaría aquí hoy entre nosotros si no hubiese caído en su
valiente combate por la vida; él como nosotros no luchó para vivir; vivió para
luchar.
Claudi.